jueves, 29 de noviembre de 2012

EN EL CLARO DEL BOSQUE


Contaban los viejos del lugar que cada 103 años se reunían en este claro del bosque unos niños.
Venían de todas partes del país, incluso del mundo entero. Niños que no se conocían de nada, que nunca antes se habían visto. Niños de todas las edades. Y cada niño traía en la mano una extraña cosa, plana, de colores y formas irregulares.
A medida que iban llegando, se iban presentando y entablando conversación. Se contaban de dónde procedían, lo que estudiaban, lo que leían, la música que escuchaban, lo que les gustaba y lo que no. Se enseñaban las cosas que traían en las manos. Y pronto se dieron cuenta de que algunas parecían la continuación de otras. Sí, encajaban a la perfección. Las fueron juntando una a una, viendo que todas tenían un lugar, mientras hablaban y reían.
Excepto un  grupo de dos niños y tres niñas que estaban un poco aparte del grupo grande y no conseguían encontrar las piezas que encajaban con las suyas. Estaban algo tristes de ver como todos parecían pasarlo bien al encontrar su pieza contigua y ellos no. Se sentaron en un viejo y roto tronco hueco que había en el claro.
El  viento comenzó a soplar alrededor de ellos, y algo pasó por delante de sus narices, tan rápido que no pudieron verlo bien. Volaba en círculos sobre el sitio en el que estaban. Se levantaron para seguir aquello con la mirada.
¡FUU! ¡FUU! Hasta que se paró delante de ellos. Era una especie de nube con ojos y cara de viejo con barba. Aquello les asustó. Y aún más cuando les habló. Pero del propio susto no se podían mover.
- ¿Quién o qué eres?- acertó un niño a preguntar.
- ¿No sabes quien soy?
- No.
- Soy el Ñuberu. Soy el guardián de las nubes, la lluvia y el viento. Soy quien las mueve, las carga de agua y las descarga también. Quien hace las tormentas y las calma. Quien mueve los molinos y el velero. Yo soy el Ñuberu. Decidme, ¿de  verdad pensáis que vuestras piezas son las únicas que no tienen compañera? Pues sabed que no es así. Yo os ayudaré a encontrar la vuestra.
- Yo también os ayudaré.-
Los niños se dieron la vuelta rápidamente al oír aquella voz de mujer tan dulce y serena. Una Xana se acercaba entra las zarzas sin que ninguna le tocase, parecía como si se apartaran a su paso.
- Como os dice mi amigo el Ñuberu, todas las piezas tienen compañera, pero tenéis que acercaros a los otros niños y hablar con ellos, pues ellos son los que tienen las piezas que a vosotros os faltan. No tengáis miedo, el Ñuberu y yo iremos con vosotros.
Así lo hicieron, y casi sin darse cuenta consiguieron que todas las piezas estuvieran colocadas. Todos los niños, el Ñuberu y la Xana, incluso algunos animalitos del bosque que se acercaron a mirar, se apartaron un poco para ver lo que entre todos, juntos, habían hecho. Al alejarse vieron que el puzle era el dibujo de un árbol gigante. El más Grande del bosque.
Pero una niña se quedó mirando el dibujo, con una cara de extrañada.
- A este árbol le falta algo...
Todos se quedaron callados. Mirando el puzle. ¿Qué podría ser lo que le faltaba? Entonces una ardilla corrió al bosque, se metió detrás de un sauce enorme y  vino de nuevo con la boca y las manos llenas de bellotas recién rescatadas de un hoyo. Todos los niños miraban a la ardilla. Esparció las bellotas por la base del árbol. La niña pequeña cogió unas setas que tenía cerca y las colocó también en el árbol. Otro niño cogió hojas secas del suelo, otro ramitas, todos se pusieron a buscar cosas propias de aquél bosque, para dárselas al árbol gigante. El Ñuberu y la Xana alcanzaban los frutos y hojas de las copas de los árboles más altos.
Por fin el árbol estaba terminado. Ahora sí, formaba parte del bosque. Y el bosque parte de los niños. Se dieron las manos en un gran círculo y cantaron y bailaron hasta que se hizo de noche. Todos se quedaron dormidos sobre el puzle, que hizo de colchón para ellos.
A la mañana siguiente al despertar, cada niño y cada niña estaban en su casa, durmiendo en su cama y con su pieza del puzle como almohada. Nunca mas volvieron al claro del bosque, eso pasaría 103 años después.

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